Me hubiera encantado ver tu cara cuando vieras a mi hijo,
con los mismos ojos que los tuyos, tu mirada en la de él, verte jugar con él,
boxearlo como me enseñabas a mi cuando niño, cargarlo y reírte con sus
travesuras.
Me hubiera fascinado verte enseñarle a controlar los perritos,
verte enseñarle a usar una herramienta y platicarle de tus abuelitos, de cuando
ibas a los bailes y de lo bueno que eras para bailar, me gustaría que le
platicaras las anécdotas que tenías de la tienda, que le contaras que cuando
llegábamos de vacaciones eran pérdidas para la casa, porque arrasábamos con
todo y no apuntábamos lo que tomábamos, pero sin embargo no nos regañabas nunca
y todo consejos siempre nos lo diste con el corazón.
Como me gustaría ver a mi hijo sentado escuchando de tu
familia, de los militares, de aquella historia sobre la captura de Pancho
Villa, que le platicaras como conociste a Quica y como se enamoraron, como me
gustaría haber visto a mi hijo hacerte tantas preguntas.
Todavía recuerdo todas las veces que sin saberlo nos ponías
a trabajar para ayudarte con algo de la casa, esa casa a la que tú le pusiste
muchas cosas y que te faltó tiempo para añadirle más.
Serías el maestro de mi bebé para enseñarle a educar a los
perritos, sin maltrato todos te hacían caso, obedientes y cariñosos contigo
siempre, me encantaría verte tomarlo de la mano y llevarlo bailando al ritmo de
algún cha cha cha o de un vals o dejarlo atónito al interpretar alguna melodía
en tu armónica, esa armónica que aún está junto a tus cenizas y que siento que
si hubieras conocido a mi hijo se la hubieras heredado por su gusto por la
música.
Extraño escucharte durante horas platicar largo y tendido
sobre la familia, soy privilegiado por ser el receptor de tus historias y
confesiones, agradezco a dios permitirme estar contigo en tu enfermedad porque
eso nos permitió estar más tiempo juntos y más tiempo para escucharte recordar
tus tiempos manejando, tus experiencias al volante y con los puños, para mí
siempre fuiste mi héroe, todas las historias que a tus hijas parecían repetidas
hoy daría cualquier cosa por volver a oírlas, las costumbres de tus abuelos,
como cargabas con pistola y machete cuando eras niño, de la falta de dinero, de tu valor, de tu grandeza como persona, de
eso es lo que realmente hablaban esas historias que a pesar de que todos conocíamos
siempre había algo más en ellas que valía la pena volver a oír.
Siempre tendré en la memoria el día que partiste, creo que
fue tu última enseñanza en este plano, me hiciste más fuerte sentimentalmente,
sobre todo porque sé que tú eras igual de sentimental que yo, lidiar con tu
ausencia no ha sido fácil y todos los días al tomar un volante pienso en ti.
“Manejar es un placer, disfrútalo” “lo que aprenden las
personas de ti es lo que te hace eterno” Estas frases son de las que rigen mi
vida hoy en día y forman parte de los valores que me diste, tu amor por la
familia es algo que trascenderá para siempre porque a nosotros nos dejaste
mucho.
Se perfectamente que estás contento con el hombre en que me
he convertido, porque te vi en ese sueño, tal como había dejado de verte en tu
silla con la ropa que usabas, pero muy muy sonriente.
Admirare siempre que a pesar de todo lo que sufriste en tu
vida nunca te quedaste tirado, siempre seguiste adelante y contra viento y
marea viste muchas cosas y realizaste a toda una familia de grandes personas
que llevan tu amor y tu recuerdo para siempre en el corazón y que estoy seguro
que las siguiente generaciones, comenzando con mi hijo sabrán siempre quien es
Papá Beto.